¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
En este tema que nos ocupa, es obvio y sin mayor discusión que se es persona antes, durante y después de ser empleado, trabajador o colaborador, como se le denomine a la figura en la empresa.
Y mencioné que sin mayor discusión porque así es como debería considerarse por obvio que resulte a quien se desempeña en una empresa, pero lamentablemente existen muchos casos en los cuales no se tiene tan presente ese principio, y se tiene la convicción de que por el hecho de haber otorgado un empleo y un salario, va implícito el no considerar que se debe brindar en todo momento a la persona respeto, dignidad en el trato, equidad, equilibrio de vida profesional y personal, reconocimiento, realimentación sana, oportunidades de crecimiento y desarrollo, libertad de expresar ideas y opiniones.
No se deja de ser persona cuando uno está ejerciendo sus responsabilidades laborales y profesionales, y sí, existen momentos en los cuales aún siendo empleado se debe dejar de serlo.
Estas formas de pensar, conductas o prácticas no en todos los casos son a consecuencia de la cultura de la empresa o el estilo de quien tiene a su cargo a un equipo, también se dan en la propia persona que no tiene tan presente que lo es, y brinda prácticamente la totalidad de su tiempo, pensamiento y energía a la faceta de empleado, no permitiéndose el disfrute de interactuar, convivir y disfrutar de la vida como persona que es.
Es fundamental lograr en la empresa que la cultura, los procesos y la operación no se antepongan al elemental y natural principio de que los empleados son personas, con la riqueza que sus capacidades, potencial y diversidad implican y de ello la contribución que obsequian, con independencia a las obligaciones del cargo y el sueldo que por ello se tiene estipulado otorgar.
Las empresas son la integración y coordinación de personas procurando el logro de un proyecto en común.